Se desploma el salario
Jan 27, 2015 | Red de Salarios
LA PARTICIPACIÓN DE LOS SALARIOS de los trabajadores en la generación del valor total de la producción de bienes y servicios durante 2013 llegó a su menor nivel en 37 años, mientras la ganancia empresarial alcanzó su mayor magnitud desde 1976: 27.4 y 68 por ciento, respectivamente, del producto interno bruto (PIB), de acuerdo con la información del Inegi.
in proponérselo, el reporte de ese instituto sintetiza la politica económica seguida durante seis sexenios gubernamentales completos y el primer año del séptimo (de José López Portillo a Enrique Peña Nieto), para colocar a los salarios de los trabajadores en México en la peor posición entre los de los países latinoamericanos y entre los más bajos del mundo.
LARGO Y SINUOSO CAMINO La politica de contención salarial practicada en favor de los empresarios por los gobiernos de José López Portillo, Miguel de la Madrid Hurtado, Carlos Salinas de Gortari, Ernesto Zedillo Ponce de León, Vicente Fox Quesada, Felipe Calderón Hinojosa y hasta ahora, por el de Enrique Peña Nieto, hicieron que las "pérdidas" en las remuneraciones de los trabajadores se transfirieran directamente a las ganancias empresariales, bajo una ecuación simple en la que unos pocos ganan lo que pierden muchísimos más.
La información del Inegi no puede ser más contundentes en torno a la riqueza generada y su distribución entre el trabajo y el capital, la cual ascendió a 16 billones 82 mil 510 millones de pesos bajo la denominación de producto interno bruto.
A la remuneración de los asalariados le correspondió 27.4 por ciento de esa cantidad, unos 4 billones 413 mil 817 millones de pesos, mientras a los empresarios les tocó 68 por ciento, es decir, 10 billones 935 mil 576 millones de pesos, 148 por ciento más que a los trabajadores.
Ello significa que en el primer año del gobierno de enrique Peña Nieto la desigualdad en la distribución de la riqueza en México alcanzó su nivel más inequitátiyo en al menos 44 años, de acuerdo con el resumen que hace Hugo Eduardo Beteta, director de la subsede regional en México de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), quien explica que la actual participación de los salarios en el PIB, una forma básica de asomarse a la distribución del ingreso en un país, se ha deteriorado de manera constante desde 1970, año en el que concluyó uno de los periodos de mayor crecimiento de la economía mexicana, conocido como el "desarrollo estabilizador".
En esa etapa, que abarcó de 1954 a 1970, la economía mexicana creció a una tasa anual promedio de 6.65 por ciento, impulsada por un incremento constante en el poder de compra de los salarios pagados a los trabajadores. En 1970 la participación de las remuneraciones al trabajo en el PIB llegó a 36 por ciento y después de fuertes movilizaciones sindicales, esa proporción se elevó a 40.2 por ciento en 1976, antes de que ocurriera la devaluación del peso frente al dólar, el 31 de agosto de 1976, apenas a tres meses de finalizar el sexenio de Luis Echeverría Alvarez.
CUESTA ABAJO De acuerdo con Hugo Eduardo Beteta, en un trabajo presentado el 26 de septiembre de este año en el XX Congreso Nacional de Economistas, en México la participación de los salarios en el PIB se situaba ligeramente arriba de 30 por ciento a principios de los años 80 del siglo veinte. Al término de la llamada década perdida esa proporción había disminuido a cerca de 28 por ciento, y hacia 1993 había repuntado a 34 por ciento.
Los asesinatos de Luis Donaldo Colosio, candidato del Partido Revolucionario Institucional a la Presidencia de la República, en marzo de 1994, y de José Francisco Ruiz Massieu, secretario general de esa agrupación política, en septiembre del mismo año, coincidieron con una recaída de las remuneraciones al trabajo que colocaron la participación salarial en 31 por ciento del PIB en el último año de gobierno de Carlos Salinas de Gortari.
La crisis económica y financiera de 1995 repercutió en una caída adicional para los trabajadores mexicanos, quienes resistieron nuevas contenciones en el pago a su trabajo, las cuales se reflejaron en una participación salarial de 28 por ciento en el valor total de la producción de ese año; hasta entonces el menor nivel registrado desde 1970.
En los cinco años siguientes, con Ernesto Zedillo en Los Pinos, las remuneraciones, aunque deterioradas, repuntaron hasta cerrar el siglo XX con una participación cercana a 32 por ciento del producto interno bruto del país. De allí en adelante todo ha sido cuesta abajo para las remuneraciones laborales en México. Cambió el siglo y el partido en el poder, pero no la rigurosa política de contención salarial.
En los gobiernos de Vicente Fox Quesada y Felipe Calderón Hinojosa la distribución de la riqueza en el país se hizo aún más inequitativa, y de aquel 32 por ciento de participación en el PIB generado en 2000, se cayó a 27.6 por ciento en 2012, el último año del segundo sexenio del Partido Acción Nacional.
Al término del primer año del retorno del PRI al poder, en 2013, la desigualdad en la participación del trabajo y el capital en la producción de mercancías y servicios se acentuaron todavía más. A los salarios les correspondió 27.4 por ciento de la riqueza generada ese año, hasta colocarlos en la peor posición entre todos los países latinoamericanos.
El director de la subsede regional de la Cepal en México identifica tres fases en la evolución de la distribución del ingreso. En la primera, se registró una caída lenta pero que marcó la tendencia de la desigualdad desde 1963 y que finalizó en 1984, cuando el país se hallaba en plena crisis de la década pérdida (la correspondiente a los años 80 del pasado siglo). El PIB por habitante sufre serias caídas: 6.5 por ciento en 1983 y 5.9 por ciento en 1986).
En la segunda fase (1989-2000) es en la que se da un mayor crecimiento de la desigualdad. En el periodo ocurren fuertes contracciones económicas, hay hiperinflación y se reducen las remuneraciones por persona ocupada.
El modelo económico termina de dar un giro de 180 grados y la politica económica se orienta del mercado interno al exterior, mientras se reduce cada vez más la participación del Estado.
De 2000 en adelante se presenta la tercera fase. La caída de la desigualdad se atenúa respecto a lo ocurrido en la segunda. La reducción, expuso Beteta, se explica por el aumento del gasto y por la nueva politica social que privilegia la focalización y la condicionalidad de transferencias monetarias.
EL LAVADERO El tiempo transcurrió y los salarios no volvieron a tener en México la relevancia de 1970 y menos aún la de 1976, cuando representaron 40.2 por ciento del producto interno bruto. Los mínimos, menos.
Alicia Bárcena, secretaria ejecutiva de la Cepal, reveló con precisión a principios de agosto de 2014 que México es el único país latinoamericano en donde el salario mínimo es inferior al umbral de la pobreza, y señaló que casi 14 por ciento de los trabajadores del país percibe una remuneración inferior al salario mínimo, mientras alrededor de dos de cada cinco tienen un ingreso de hasta dos veces la mínima remuneración legal.
La economista mexicana explicó que en la primera mitad del siglo XXI, con excepción de México, en todos los países de América Latina se vivió un proceso de crecimiento y recuperación de los salarios mínimos, "como un mecanismo potente para promover la igualdad, el consumo masivo y un robusto crecimiento económico". En Brasil, Argentina, Uruguay y Chile "la mejoría del salario mínimo se ha traducido en una caída de la desigualdad y no ha afectado negativamente el empleo ni la formalidad".
Según el estudio del organismo de las Naciones Unidas El mundo del trabajo: llave maestra para la igualdad, la relación entre el salario mínimo y el valor de la linea de la pobreza per cápita, que muestra la capacidad de compra del salario mínimo entre 2002 y 2011, presentaba una gran variedad entre países latinoamericanos, desde 0.66 veces en México hasta 3.18 en Costa Rica en 2011.
Dado que este salario debe cubrir las necesidades mínimas del trabajador y su familia, para que un hogar de cuatro miembros, dos de ellos perceptores de ingresos, logre superar el umbral de pobreza, la relación debe ser superior a dos. Así, "México es el único país, al final de la década analizada, donde el valor del salario mínimo es inferior al umbral de la pobreza per cápita" mientras la relación "se ha incrementado significativamente en Brasil, Ecuador, Guatemala, Honduras, Nicaragua y Uruguay".
El análisis de la Cepal señala que en el periodo 2002-2011 se registró una tendencia general a la apreciación cambiaria en los países latinoamericanos y caribeños, "con el consecuente incremento de los salarios en dólares". En esa década "el promedio simple de los salarios mínimos pasó de 158 a 298 dólares", el nivel máximo para el final del periodo se alcanzó en Bahamas con 693 dólares y el nivel mínimo fue en México, con 112 dólares.
Sobre la evidencia empírica de que mejorar el salario mínimo redujo la incquidad en la distribución del ingreso en América Latina durante la década considerada, el estudio de la Cepal particulariza el caso de cada país donde aplicó esta política.
En Argentina, "tras mantenerse el salario mínimo en el mismo y reducido valor nominal y real desde 1993 y sufrir una caída significativa en 2002, a partir de 2003 se llevó a cabo una intensa política de actualización que implicó un fuerte incremento real superior en 200 por ciento entre ese año y 2012" un periodo en el que pasó de 200 a 600 dólares".
En el caso de Brasil, apunta, "si bien la recuperación comenzó hacia mediados de la década de 1990, tomó mayor impulso durante la década de 2000, incrementándose en términos reales alrededor de 100 por ciento entre 2000 y 2012", hasta llegar a unos 300 dólares, una diferencia de 168 por ciento con respecto al salario mínimo mexicano.
Una dinámica similar a la brasileña, aunque de menor intensidad, se observó en Chile, "donde el salario mínimo creció alrededor de 40 por ciento en igual periodo". En esa nación sudamericana la remuneración mínima legal era equivalente a 400 dólares en 2012. Mientras en Uruguay, donde el valor real del salario mínimo "venía cayendo de manera sostenida en las últimas décadas", hacia finales de 2004 "se inició un proceso de marcado incremento de su poder adquisitivo" reflejado en un crecimiento de 180 por ciento entre 2005 y 2012", un periodo en el que se elevó aproximadamente de 100 a 300 dólares.
En México la historia de los salarios en general, y mínimos en particular, ha sido otra desde 1976. Las justificaciones para no aumentarlos han sido variadas y no son ajenas a la concentración de la riqueza y al bajo crecimiento económico del país, sobre todo desde 1982.
Desde su "máximo histórico" alcanzado en 1976, el salario mínimo ha perdido 78 por ciento de su poder adquisitivo, según un estudio del equipo académico del Observatorio del Salario de la Universidad Iberoamericana de Puebla, dirigido por Miguel S. Reyes Hernández.
En tanto un análisis del Centro de Estudios Económicos del Sector Privado, con base en la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo, indica que en el primer trimestre de 2014 más de 37 por ciento de las poco más de 49 millones personas ocupadas en el país tenían como remuneración hasta dos veces el salario mínimo. De ellos, alrededor de 6.5 millones (13.1 por ciento del total) percibían un ingreso de hasta una vez la remuneración legal. Otros 12 millones recibían más de uno y menos de dos salarios mínimos como pago por su trabajo.